Wednesday, June 14, 2006

EL POETA MADURO


En Lisboa -siguiendo las huellas de Pessoa- entramos en un café-librería. Buscamos en el anaquel, pero lo que descubrimos para leer fue "Las personas del verbo", de Gil de Biedma. Recuerdo haber leído juntos, divertidamente escandalizados, el poema "Pandémica y celeste", por cierto, uno de los preferidos del poeta. Gil de Biedma dejó de escribir al llegar a los cuarenta. Se sintió viejo para el verso. Inventó su muerte y ya sólo publicó algunos poemas que llamó con ironía triste póstumos. Han pasado algunos años desde aquella tarde. Y ahora llega a mis manos una nueva edición de aquél libro. Y repaso el poema leído al unísono, mientras tomábamos un café en un café-libería de Lisboa. Y se me viene a la mente esa desilusión de Gil de Biedma, ya maduro. Y noto que también para mí han cedido muchas ilusiones. Y leo esos poemas póstumos del hombre prematuramente envejecido: "no es el mío, este tiempo". O este otro verso inapelable: "de la vida me acuerdo, pero dónde está?". Y -para salir de este sentimiento que empieza a embargarme- vuelvo a recordar la luz de Lisboa y la música que se oía por sus calles y evoco ese deseo de seguir las huellas de Pessoa con un amigo, buscando al poeta que engañó a la vejez, asumiendo otras identidades, navegando por encima del yo cansado. Y recuerdo esa ventana a la que nos asomamos y desde la que el hombre maduro fue enamorándose de aquella vecina, con un amor juvenil y devoto. Amor que espera tras la ventana, todavía, cualquier día.

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