Sunday, April 30, 2006

VIVIR COMO UN POETA


Durante algún tiempo frecuenté una tertulia literaria. Los participantes hablábamos sobre libros, autores, lecturas. Después, tras la cena, solíamos tomar alguna copa trasnochadora. Y yo sentía que más que hablar sobre libros, lo que quería era "vivir como un auténtico poeta". Para mí, la vida literaria no eran los libros. Los libros eran una especie de producto o resultado de la vida literaria. Y quería vivir literariamente. Eso, entre otras cosas, implicaba trasnochar, ir sin hora por ahí, escuchando cantes, o dejando que te pillase la vida por cualquier pub. Era cansado. No encajaba en un horario laboral como el mío, ni en una vida familiar como la que tengo.
Ahora he leído esa misma pregunta "¿qué es vivir como un auténtico poeta?", formulada a Jodorowsky (Psicomagia, Siruela-2003), y él contesta: "vivir como un auténtico poeta es tener la audacia de vivir con cierta desmesura". La desmesura poética del yo, que se deja ser lo que es. En tal caso, vivir como un auténtico poeta no es sino vivir como uno vive. No vivir como creemos que deberían vivir los poetas verdaderos.
En tal caso ¿todos somos poetas? "Hay que tener la humildad -dice Jodorowsky- de borrarse personalmente, aceptando ser sólo un canal...por más que yo trate de ser más de lo que soy, no soy más que lo que soy...el beneficio más grande que tiene el hombre es vivir en paz". Soy un canal por el que el Universo manifiesta uno de sus infinitos prismas. Pero mi canal es esencial, porque es único. Mantenerlo limpio, dando siempre lo mío, siendo exigente en no falsear, no ser farsante, no dar lo que no quiero dar, por más que crea que debo darlo...eso es vivir como un auténtico poeta. Vivir mi propia vida, o no vivir la de otros, la de "los poetas".

Sunday, April 23, 2006

CAMINANDO ENTRE ESTATUAS


Has sido feliz (has tenido momentos de felicidad) y has sufrido (innecesariamente, sin que te imponga el sufrimiento una desgracia), has estropeado las cosas. Esas son tus lecciones. Qué te hace (y hace a los que quieres) feliz (qué hay en el fondo de esos momentos felices). Qué te hace (y hace a los tuyos) desgraciado (qué hay en el fondo de ese dilapidar la dicha). Todo ha valido, porque ahora estás aquí y sigues respirando y deseando la vida. Cómo conocerse sin esas experiencias. Y -cuando te conoces- cómo seguir eligiendo lo que te hace (te viene haciendo) desgraciado. Esas ideas que vienen a enturbiar tu felicidad (tus momentos felices). Son ideas de negación, de miedo, de desconfianza. Vas, ahora, a considerar esas ideas como estatuas de piedra, a los lados de un jardín por el que, plácidamente, transitas. Y vas a mirarlas como piedra. Y, ahora, vas a apostar por esas otras ideas (también personas) que te hacen feliz (incluida la idea de las estatuas de piedra). Vas a apostar por usar esa ropa cómoda, holgada, que te deja moverte, que te rejuvenece. Vas a dejar esas ropas estrechas, esas ideas de deber, esas prisas, esas negras utilidades, esos miedos, en los que te niegas la felicidad, en los que repites diseños que no son tuyos: la felicidad no está ahí. La felicidad es una voz, un amigo, una sonrisa, una mano que te acaricia, un beso recibido o dado. Una comida compartida. Una copa y una danza. El instante del amor. Un cafe interpuesto entre nuestras obligaciones, para ver pasar las gentes, para estar con los otros, para desplegarse. Aquello que pagarías por hacer y no haces. Ahora. Sólo ahora (el instante) es el momento del encuentro, de la felicidad posible, del amor.

(Para Portorosa, para José Angel, para C.)

Thursday, April 20, 2006

EL HOMBRE SECO


Ian Gibson presenta estos días su biografía sobre Antonio Machado, y ha hecho unas declaraciones sobre la relación romántica, epistolar, con algunos encuentros esporádicos, pero siempre platónica, con Guiomar. De esas declaraciones transcribo lo siguiente: “ Machado es un hombre solo, incapaz de conquistar a una mujer…no tiene confianza en sí mismo como amante, pero llega esta mujer, que es hermosa, y conoce sus poemas, y ella escribe también, es poetisa, y hablan y hablan…y esto le da un aliento y una esperanza, y también un tormento… ni siquiera deja que la toque…es un tormento, sí, pero con momentos de felicidad infinita. Para un hombre solitario, tener una relación intelectual con una mujer hermosa, que dice que no puede entregarse porque está casada, y es católica…pero que le quiere…algo es algo”. Antonio es un hombre funeral y temeroso (así lo siento), un hombre que no ha vivido sino en la mente y sólo allí ha atisbado el amor. Su experiencia de vida matrimonial, con una niña enferma que se le escapó entre las manos sin llegar a mujer...le ha herido el corazón para siempre.

Tuesday, April 11, 2006

PUNSET Y LA FELICIDAD



Si se presentase a una elecciones, votaría a Eduardo Punset. Creo en el "seny" catalán, mezcla de cultura y educación, aderezada con sentido del humor y frescura juvenil. Eso que hoy falta en nuestra clase política. Pero, mientras no se presente, podemos leer sus libros.
En el último, "El viaje a la felicidad", se aproxima al mismo tema que en su día trató Bertrad Rusell ("La conquista de la felicidad"), con ese mismo toque inglés, pero desde una perspectiva científica.
Entre las cosas de este libro que me han interesado está la idea de asociación de organismos, como una constante de la historia biológica. Creemos en el amor como un movimiento del alma, o como decía Ortega y Gasset, una modalidad de la atención (que se concentra preferentemente en un objeto); sin embargo, se trata de algo más fuerte: biológicamente todo organismo busca otro con el que fusionarse. Biológicamente no estamos hechos para la soledad: el niño en la cuna ya busca un rostro que emita tonos agudos, para familiarizarse con él. Y desde la cuna, es en la cara de los demás donde se sitúa la "cola de pavo real" de nuestra especie.
Punset -al proponer una fórmula de la felicidad- incluye como factores que aumentan los índices de felicidad, dos que actualmente practicamos poco. Por una lado, científicamente lo particular es un índice más probable de felicidad que lo general. Es más importante -como generador de felicidad- el arbol que el bosque. La concentración en el detalle, el trato diferencial, personalizado, al modo del antiguo "médico de cabecera", que conocía a sus pacientes y -conociéndoles- les curaba. Por otro lado, la imaginación: imaginar situaciones que generen bienestar tiene el poder de provocar resultados fisiológicos correspondientes a situaciones de bienestar reales (lo mismo que, a la inversa, imaginar situaciones de estrés, estresa). Dhammapada dice: " 'Me insultó, me golpeó, me venció, me robó'. No cesa la agresividad de aquellos que albergan estos sentimientos de rencor". Es esta frase interna la que genera agresividad. El diálogo interno (lo imaginativo) se puede enfocar en una dirección positiva. En una palabra, "piensa bien y acertarás".
Una última idea útil: es un factor de felicidad la búsqueda y la expectativa, más que la consecución. Y para mantenerse en actitud de expectativa y ejercicio mental, conviene salir del ensimismamiento, para avanzar a lo multidisciplinar, de la especialización a la comunicación: la ignorancia de los demás, nos puede resultar valiosa, aportando perspectivas nuevas, o proporcionandonos un enfoque distinto, una visión fresca en temas a los que estamos dedicándonos. Se trata de utilizar esa capacidad metafórica que ha hecho progresar al cerebro de los homínidos. Es divertido relacionar cosas distintas, compararlas, establecer sinápsis divertidas, hallar puntos en común. Pero, además, biológicamente, esta es la forma en que históricamente se ha desarrollado nuestro cerebro.
El resumen de todo ello, lo hace Punset en una palabra: emoción. Piensa si este proyecto o esta relación te emocionan (yo diría, si son de verdad algo tuyo) . Si es así, ello probablemente tendrá un efecto multiplicador sobre los restantes factores de felicidad que en ese proyecto o relación se presenten.

Monday, April 03, 2006

DOCTRINA



"Había una vez un estudiante que nunca llegó a convertirse en un matemático, porque creía ciegamente en las respuestas que aparecían en las últimas páginas de su texto de matemáticas;...y, aunque parezca paradójico, las respuestas eran correctas".

(Anthony de Mello, "¿Quién puede hacer que amanezca?")