Thursday, January 04, 2007

LA ENCRUCIJADA

Para Beatriz.



“El camino de los ingleses”. Un grupo de chavales en la encrucijada, que apuran al máximo sexo, alcohol, violencia, antes de que les cambie la vida. Málaga. Años 70. Antonio Banderas ha dicho que la película trata sobre el momento en que cada uno tiene que elegir su futuro: si no me hubiera ido de allí entonces, quince años después hubiera acabado trabajando como profesor en cualquier colegio, sintiéndome un perdedor. Algo así leo en la hoja que facilitan al entrar en el cine. Me interesa (yo permanentemente estoy en la encrucijada, yo no tuve adolescencia, yo elegí mal).

Según transcurre la historia, me sumerjo en aquellos años, las tardes de piscina, los muebles, las chicas en bañador, los chiringuitos, las cervezas, el verano. Cuánta era, en aquellos tiempos, la distancia que separaba Málaga de un Londres: dos mundos... La juventud de aquí y la de allí (donde todo parecía posible). En un momento, el protagonista dice algo a su chica: “¿por qué no dejamos todos esos sueños lejanos? Tú y yo… lo tenemos”. Tenemos la felicidad. Y pienso en Antonio Banderas y lo que dejó en Málaga. Crecer ¿es enterrar lo que tenemos, decir adiós? ¿Hay que irse para crecer? Cuánta gente conozco que se iría pero se queda. Y cuánta que piensa que se equivocó no yéndose. Gente que sigue viviendo en su pueblo, paseando por el mismo parque en que jugó a la pelota. Pero sentirse bien o mal ¿depende de lo que uno hizo, de las decisiones que tomó? No sé porqué razón Antonio Banderas cree que se hubiera sentido un perdedor (el término no me gusta) de haberse quedado en su tierra, con sus amigos (que se quedaron). Ahora es Antonio Banderas, vale. Ahora es ¿el que quiso ser? ¿Es la felicidad algo objetivo, dar lo máximo que uno ha podido dar? Y recuerdo lo que dice Roberto Bolaño en su última entrevista: fui feliz por lo menos un ratito todos los días de mi vida, incluso en las peores circunstancias. La felicidad como “conquista” de que hablaba Bertrand Rusell, conquista a la adversidad, a la monotonía, al dolor.

En la película me impresiona el personaje de Victoria Abril (está, como siempre, genial). Esa mujer sabia (¿fracasada?), profesora, que capta a ese adolescente en su encrucijada y le seduce para instruirle, para indicarle el camino interior, para que aprenda a mirar adentro: tú tienes a tu “Beatriz” dentro de ti, esa chica o cualquiera otra no son la Beatriz que amas. Está ahí dentro, no fuera. El amor precede a su objeto. Hay que crearlo dentro de nosotros. En tal caso ¿cómo consistirá la felicidad en irse o en buscar otra chica? ¿Por qué el mito de marcharse del hogar, dejar la casa? Cuando Victoria Abril despide a Miguelito y le dice que nunca vuelva, pase lo que pase, sus ojos, sus lágrimas, muestran el verdadero amor: el amor que se desprende de su objeto. Todo esto es complicado. Porque nada es permanente y el verano termina con las lluvias y la vida es una ruleta.

1 Comments:

Blogger Gatito viejo said...

Marcharse a veces es poner distancia a los problemas. La distancia física consigue ese milagro. Salir de uno mismo es difícil, casi imposible, pero el entorno es importante, es una ayuda, sin duda.
Estoy contigo en lo que planteas. Uno no tiene que marcharse para no ser un perdedor. También el triunfo está en la permanencia, en cambiar las cosas desde el propio espacio, aunque a veces suponga librar toda una batalla.
Cada día más interesantes tus post, Francisco. Un abrazo

10:38 AM  

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