DESORIENTAR ORIENTANDO
En Triana, un grupo de turistas franceses están desorientados. Preguntan a una turista española que entiende su idioma. Ésta a su vez pregunta a la primera persona que pasa: "¿qué hay por aquí digno de verse?". El interrogado se queda un tanto perplejo y contesta: "Por aquí no hay nada que ver, este es un barrio de los años sesenta; ahí al lado está la Esperanza de Triana, pero está cerrada; más lejos, el Cachorro, pero no sé si se podrá ver; mejor pasen el puente y vayan al Centro". En realidad, lo que hay al lado es la capilla de la Virgen de la Estrella y se le ha olvidado indicarles la posibilidad de pasear por la calle Betis o conocer el entorno de la Catedral de Triana o la calle Pureza. Ha sido tan repentino...y él iba pensando en sus cosas. En realidad, él vive en Los Remedios, pero está dando su caminata matutina y, se ha encontrado descolocado. La intérprete traduce. Él no está tranquilo y vuelve sobre sus pasos..."mejor que pregunten a un sevillano...".
Mejor esto. Mejor reconocer que uno no sabe. Mejor que desorientar. Mejor que hacer perder una oportunidad de saber al que no sabe. ¿Cómo pudo haber sido la historia? Pudo él haber estado dispuesto a volver por otro camino, no el de todos los días. Desviarse y acompañar un trecho a los visitantes, hacer un tanto de camino con ellos. Podría haber practicado su francés tan olvidado. Podría haber pasado un buen rato en el papel de cicerone. Podría haber mostrado las bellezas de su ciudad y ayudar de verdad (tenía tiempo). Pero la rutina atonta tanto...¡Qué difícil salirse del camino, del surco que uno ha ido profundizando a base de transitarlo a diario! Y sale solo el ir por el surco y seguir adelante...y cualquier cosa que entorpezca la marcha rutinaria nos descoloca y nos pone nerviosos: no sabemos salir, nos cuesta salir y nos resistimos a romper con la costumbre.
1 Comments:
Tienes toda la razón. Cada vez nos acomodamos más.
Saludos
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