MI NOTA
"Desafinado" es el título de una conocida canción. Yo gustaba del samba en mi adolescencia. Eran los años de la popularización de la bossa-nova. Recuerdo mis primeros discos de Antonio Carlos Jobim y Miucha, y ya más tarde, las actuaciones de Vinicius de Moraes en "La Fusa", con su parceiro Toquiño. Pero ya antes había apreciado esa forma de componer y de cantar, imperfecta sí, con acordes inventados. Como yo, con la guitarra, intentando conseguir ese mismo tono desafinado, mestizo o simplemente confuso, de la música brasileira. Esos acordes que yo mismo inventaba, por no saber rasguear la guitarra, por no saber apenas cantar tampoco. Pero, componiendo y cantando, grabando en un magnetófono mis canciones, pues no sabía de música ni de notas, con mis trece años, creando un idioma portugués desconocido, "a ilusao do carnaval", sentia mi alma volar a las playas de Copacabana, a los cuerpos dorados en Ipanema. Tarde de vagabundage en Apoá. La vida es un acto de encuentro, compañero.
Hoy me cuesta más desafinar en las cosas que hago por la vida. Hoy me apremia la exigencia de hacer las cosas bien. Pero qué feliz (o qué infeliz) era ese chico con su guitarra, inventando acordes, inventando un idioma, creando sus propias canciones.
Hoy me gustaría volver a arriesgarme a desafinar a pleno pulmón. Arriesgarme a desafinar, con tal de llegar a dar mi nota. Esa nota que sólo yo podré dar en esta vida. Esa nota que, dándola, me haría el hombre más feliz (siquiera infeliz), para seguir así siempre sambando, "na batucada da vida".