Sunday, February 17, 2008

MANU LEGUINECHE

Estoy leyendo un dietario de Manu Leguineche, cuyo título me parece precioso: "El Club de los Faltos de Cariño".
Yo admiraba a este vasco solterón, querido por sus compañeros, que recorría el mundo como reportero, de guerra en guerra, viviendo en los consabidos hoteles para corresposales en el extranjero. Me parecía uno de los últimos aventureros de verdad.
Sin embargo, como todo buen vasco, le tira la naturaleza y la tierra, y su refugio está en el campo. Los extremos se tocan: el fragor de la batalla, que reclama tu presencia, y el amor a la paz, a los animales, al sereno discurrir de las horas. De todo ello tiene el libro: pasajes sueltos que hablan del mundo y sus historias, y también del retiro del mundo. Una persona sana necesita esos dos polos: entrar y salir.
El Club, por cierto, existe. Fue fundado hace cuarenta años por Manu en su casa de Madrid (Avenida de Filipinas), con otros amigos y amigas, y tiene su acta fundacional y todo. Yo sigo necesitado de cariño, cada día más, y me gustaría ser aceptado en un Club como ese. Pero sé que la solución pasa por dar precisamente aquello de que estás falto, porque la ley de la naturaleza es que recibes lo que das. Dar cariño, si lo que te falta es cariño. Y ahí está lo difícil: salir de ese ensimismamiento en la escasez, del "necesito que me den", de esa constante demanda. Quizás sea una buena solución, la de unirse a otros que tienen la misma dificultad. Y saber que, en realidad, todos, absolutamente todos, la tienen: todos somos seres faltos de cariño, que vamos acercándonos al calor que nos dan.

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