Cuando descubrí que existía algo llamado "blog" (fue el de Jesús García Calderón el primero que leí), me pareció una buena idea llamar a éste "El Desembarco". Acababa de morir por esos días nuestro amigo Bernardo Víctor Carande, que me había inoculado el virus de la edición. "Ediciones El Desembarco" era una editorial creada para editar en forma de libro una selección de textos tomados de la columna que Bernardo publicó durante años en el diario "Hoy" de Badajoz, bajo el título de "La voz del Sesmo". ¿Qué hizo surgir ese deseo de editar esos textos? Quizás el hecho de reconocer en esa voz del Sesmo -un tanto cansada o decepcionada, un tanto de vuelta de las grandes esperanzas de la vida- la mirada romántica y casi adolescente con que miraba las más pequeñas cosas del mundo mi amigo. Distante y a la vez cercano a las cosas y a las gentes, a los paisajes y a los asuntos. Presentándose fugaz y desapareciendo. Yo dediqué este blog, en mi primer post, a Bernardo.
Luego, ya en la red, encontré a "La dama de las nieves". Me llevó a ella un entramado de enlaces (de Pamplona a Galicia), buscando lectores de Vila-Matas. Nos unió la muerte de Licaón. Él había sido el primero en dejarme un comentario a un post. Un día, al entrar en su blog, leí una nota de Angeline anunciándonos a todos los que lo visitábamos el accidente de tráfico en que había perdido la vida. "La dama de las nieves" volvió a despertar en mí ese deseo de la otra vez: dar consistencia de libro a sus palabras. Dar alas y vuelo fuera de la red a ese mundo personal que ella creaba con torrencial constancia en su blog. Un mundo exacto y complejo. Prolijo y meticuloso. Una escritura precisa, para un universo distante. El día 13 de diciembre se presenta su libro: "
Si no creyera en la locura". Para mí sigue siendo tan secreta como lo que escribe. Estoy fuera y la veo lejana, en su mundo, en el que sigue nevando, con el respeto con se que observa algo que no es nuestro.
Ahora, dos años después de que Bernardo nos dejase, me congratulo de revivir ese acontecimiento que para él era siempre una fiesta: el libro que nace. Algo que siempre es una suerte de felicidad. Sería este un magnífico cierre -en círculo como el de un pescado friéndose en aceite- para el blog. Cuando se cruzan de nuevo dos líneas, ayer y hoy, porque la vida sigue y los destinos siguen encontrándose, en un permanente ir y venir.
