Friday, December 23, 2005

AÑORA EL HAMBRE DE VAN GOGH


Bernardo Víctor me distinguió con su amistad y, durante años, mantuvimos una correspondencia frecuente, en la que nos abríamos uno al otro (con la distancia que entre hombres suele imponer el pudor).
Bernardo me enviaba a veces recortes de su columna "La voz del Sesmo", que le publicaba el diario Hoy de Badajoz. Un día recibí una, cuyo título encabeza esta entrada, que decidió mi vocación de editor. Como homenaje de amistad la transcribo.

"Lo ve al gran Vicente hecho un ocho, va que te va, por los caminos húmedos de la Camarga, el Arles, el Nimes del Sureste, seguro de sí, aún si tambalea, con el pincel chorreante y la tela entre telas, con la tabla, con el tubo y la espátula colgándole del cinto andariego, venga sol o sólo venga lo que venga.
Lo ve que se detiene y se sonríe (pese a que le duele) y que se pone a pintar lo que sea. Ahora se pinta una vaguada o un tulipán, después un girasol y un transeúnte, más tarde a él mismo, al rio, al puente y al sembrado. Y si no se arrebata con las nubes, esos cielos de azul que cielos son.
Lo ve que se dedica sólo a eso, aunque luego no coma, aunque luego no venda, y cómo duerme pintándole los sueños a las sábanas. Que de noche esa luna y de día esos árboles. ¡Dios mío, esos árboles! Y así lo ve que bulle y no tributa, que no precisa ir de ventanillas, que no es nadie de nadie (sólo tiene un hermano), que no le ata nada y que todo lo desata anudándolo.
Menudo este Vincent Van Gogh.
Y no le importaría nada tener hambre o pagar el almuerzo con retratos y bañarse a la hora del agua o soñar con la grandeza del camino, pintándolo. Ser pintura como se puede ser otra cosa, pero sólo pintura (contribuido o contribuyente). Ser hambre de verdad de la vida a pinceladas. Aunque sólo fuera ser Vincent, que lo de Van Gogh es demasiado, e ir como él sumando ensueños en vez de plazos, en vez de deudas o de apremios o de demandas, o de acuses de recibo de que uno no es quien es, de que uno sólo es el que no es...y no es Van Gogh. Ni -qué más quisiera- Vincent. El del único hermano (Theo) con el que se escribía y cuando dejó de escribir fue y -para irse con él- se murió.
Pero si está el día de colores, de azules prusias y de amarillos cadmios, y tiene hambre, ¿por qué no?"

( Bernardo Víctor Carande, El Sesmo de la Vida, Ediciones El Desembarco, 2003).

Con emoción he vuelto a escribir este maravilloso proyecto: ser hambre de verdad de la vida a pinceladas. Esa añoranza de autenticidad, de libertad, de vida con que vivimos y que Bernardo Víctor Carande supo tener y defender, es el impulso de la Editorial que creé ad hoc para publicar el Sesmo, y que luego ha ido siguiendo por esos campos, con los originales al cinto andariego, en busca de ensueños.

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